Ayer se presento una proposición no de Ley para regular la distribución de espacios y juegos en el patio de los colegios públicos y concertados de manera que fomenten la igualdad, dejando entrever en las posteriores entrevistas el diputado responsable del asunto que es una manera de luchar contra la violencia de género desde la educación infantil…

Vamos a ver, no pretendo vanalizar en un tema tan delicado como la «violencia machista» o «de género» o como la queramos llamar (uno ya no sabe…), pero… ¡Los juegos del patio! ¿Igualdad por decreto?

En primer lugar no entiendo mucho esto de la Igualdad. Lo entiendo en cuanto a Igualdad de derechos, igualdad ante la Ley pero ¿tiene sentido promulgar la Igualdad de lo desigual? Me refiero a lo que de verdad es desigual… por ejemplo: Niños y niñas. No es políticamente correcto, y menos en según que ambientes, pero debo decir por mi experiencia como profesor y sobre todo como padre que LOS NIÑOS Y LAS NIÑAS NO SON IGUALES. Iguales ante la Ley, Iguales como seres humanos, pero no Iguales en todo, y menos por Ley.

En mi casa, donde conviven cinco menores, dos niños y tres niñas, hay pelotas y combas, clics y muñecas, botas de fútbol y sandalias con flores… todas al alcance de la mano. No señores, no crean que los niños van a la comba y las niñas al balón hasta que sus pérfidos padres desiguales les obligan a utilizar sus juguetes sexistas. Las niñas se vuelven locas con la comba y los chicos no sueltan la pelota ni para ir al baño.

Proponemos, en cumplimiento del espíritu de la ley que corten las coletas al menos a 1,5 de las niñas de esta foto y del resto de fotos execrablemente sexistas que se pueden encontrar en la red... ¡y que me dicen de las falditas! Nada, nada, por el bien de la igualdad, igualemos este tipo de imágenes...

Es más, aún entre ellos y entre ellas, hay multitud de diferencias. Uno de los chicos tiene el balón pegado al pie desde que nació, mientras que al otro le gusta más montarse su película de aventuras en la cabeza. Cuando vamos al parque convierte un columpio normalito en un barco pirata lleno de enemigos al abordaje y rodeado de tiburones hambrientos. EL otro chico le mira, piensa que está medio loco y se va a dar una vuelta pegado a su balón. Una de las hermanas suele acercarse al barco pirata y su hermano la recibe bien, la integra en el abordaje y le da roles importantes del juego, pero la aventura suele separarse de nuevo cuando la intrépida pirata decide comenzar a adornar el barco y ofrecer bebidas y aperitivos a los piratas (a esta hija mía le encanta la hostelería, juega a ser camarero/a, cocinero/a, repostero/a). El pirata inicial la mira como si estuviera pirada y sigue peleando con los tiburones.

A todo esto la cuarta hermana, de dos añitos y medio, se dedica a decidir qué juego le gusta más. Visita el Bernabéu del mayor, le da una patadita al balón, su hermano la grita, ella se cae, decide que no tiene edad para estos trotes (los del hermano, no los del fútbol) y se va al barco un rato. Allí pelea un poco con los piratas enemigos, se equivoca y dispara a un pirata del bando propio, su hermano se cabrea y decide enfilarla en el trampolín hacia los tiburones, a lo que ella, sencillamente, se niega dando media vuelta y cogiendo una de las bandejas de la pirata hostelera, pero al rato se cansa de tan duro trabajo y viene donde su padre, le pide jugar a alguna cosa (no especifica si un juego igualitario, feminista o machista), mira a su hermanita pequeña en el cuco, y se marcha a jugar con la arena.

Ayer en el parque estuve pensando que debo anticiparme a la ley. Debo crear la igualdad entre mis

¡todo chicos! los piratas de verdad eran la inmensa mayoría chicos, pero en los juegos de piratas ¡no, por dios!, NIÑAS!!! TODAS A JUGAR CON PIRATAS, Y A LA QUE VEAMOS EN UN PATIO SIN LA SUFICIENTE FIEREZA, LA IGUALAREMOS A LA FUERZA!

hijos. De manera que intenté convencer al tercero de que en el barco los piratas fueran hombres y mujeres al cincuenta por ciento. Al del balón le obligué a jugar con su hermana pequeña un partido. A su vez le impedí que la ganara, ya que eso es todo menos igualitario. ÉL me miraba con mucho cariño, pueden imaginarse. Después a la camarera le dije que eso de servir mesas era un poco machistilla, de manera que o conseguía que el futbolista o el pirata sirvieran el mismo número de mesas que ella, o dejaba ese juego y buscaba otro menos sexista. Cogió entonces ella la comba. El pirata un palo para jugar a las pistolas. El futbolista comenzó a echar carreras consigo mismo y la peque siguió con la arena. Pensé que debía comenzar de nuevo y que esto de los juegos igualitarios en los momentos de ocio «no reglado» como dicen los entendidos, era un poco complicado.

Entonces decidí que debo anticiparme a la Ley. Debo crear la Igualdad entre mis hijos. Decidí quererles igual. Para ello decidí tratarles a cada uno distinto. Decidí, por último, dejar de pensar en estupideces, que a los políticos les deben pagar por ello, pero yo lo hago gratis, y eso no es nada igualitario.